Los fundadores de Citeaux centraron, sus ideales en el deseo de alcanzar la auténtica simplicidad monástica y la pobreza evangélica. Creían que su inspiración para esta renovación podría encontrarse en una interpretación mas estricta de la Regla de San Benito para los Monasterios. El 21 de Marzo de 1098, Roberto, Abad de la Abadía Benedictina de Molesme (Francia) partió con 21 de sus monjes al desierto de Citeaux para dar comienzo al nuevo monasterio reformado. En 1100, después del regreso de Roberto a Molesme, San Alberico dirigió la comunidad como su Abad. El martirologio cisterciense constata que ”tenía una devoción filial a Nuestra Señora de la cual recibió la cogulla blanca”.
San Esteban Harding, un ciudadano inglés que sucedió a Alberico como Abad, fue el principal arquitecto de la Carta Caritatis, una especie de Constitución que obligaba a todos los monasterios de la Orden a una común observancia de reglas y costumbres. Esta constitución establecía un régimen de visitas por parte de un abad superintendente, quien garantizaría la fidelidad de cada monasterio al espíritu y a los principios de Citeaux, a la vez que se respetaba la autonomía de cada casa. Además, los abades de cada monasterio debían acudir a Citeaux todos los años par un capitulo general.
Fue San Esteban Harding quien en 1112 recibió a Bernardo de Fortines-les-Dijon y a treinta de sus parientes como monjes de Citeaux. En 1115, el excepcionalmente carismático e inteligente joven Bernardo fue enviado a dar comienzo a una nueva fundación cisterciense: Clairvaux, en Burgundy. A partir de entonces fue conocido en toda la cristiandad como Bernardo de Clairvaux- Bajo el báculo de San Bernardo, el movimiento cisterciense comenzó a extenderse rápidamente por toda Europa, llegando a comprender mas de 500 monasterios para finales del siglo XIII.
San Bernardo fue uno de los lideres mas prominentes de la primera mitad del siglo XII así como uno de los mayores guías espirituales de todos los tiempos. Los poderes dominantes de su época le buscaban como consejero y mediador. El, mas que ningún otro, ayudó a remediar el cisma papal que había surgido en 1130 con la elección del antipapa Anacleto II. Su influencia se acrecentó cuando su hijo espiritual, el monje cisterciense Bernardo, abad de Tre-Fontane, fue elegido papa (Eugenio III) en 1145.
Durante sus 38 años como abad Bernardo se ocupó personalmente de la fundación de 65 monasterios cistercienses A pesar de su intensa actividad, encontró tiempo para escribir extensamente sobre temas espirituales y teológicos. Su obra maestra Sermón sobre el Cantar de los Cantares, la comenzó en1136, y estaba todavía inacabada en el momento de su muerte en Clairvaux, el 20 de Agosto de 1153.
El primer monasterio cisterciense femenino fue establecido en Tart, en la diócesis de Langres (actualmente Dijon) en 1125, por monjas procedentes de la abadía de Jully, una dependencia de Molesme, donde Santa Humbeline, hermana de San Bernardo vivió y murió. San Stephen Harding estableció Tart como casa hija propia de Citeaux y la encomendó al cuidado personal del abad de Citeaux. A partir de entonces, monasterios femeninos individuales así como completas federaciones de monjas buscaron la forma de asociarse con los monjes cisterciense primero en Francia y después en España, donde, en 1180, se fundo el Real Monasterio de las Huelgas.
esde el primer momento, la espiritualidad cisterciense mostró sus frutos a través del testimonio de maestros santos y espirituales que surgieron en nuestros monasterios. Bernardo de Clairvaux, Guillermo de St. Tierry (†1148). Elredo de Rievaulx (†1167) y Guerrico de Igny (†1157) son considerados como los cuatro “Evangelistas” (teólogos espirituales) de Citeaux. Su afectiva espiritualidad, que enfatizaba la sagrada humanidad de Cristo, estaba también impregnada por una clara orientación mariana. Estos temas fueron desarrollados mas ampliamente en el siglo trece por las monjas del monasterio Cisterciense de Helfta, que fue conocido como “la corona de los conventos alemanes. Entre estas mujeres destacó Sta. Gertrudis la Magna, Sta. Matilde de Magdeburg y Sta. Matilde de Hackeborn.
If you share abundantly in the sufferings of him who died for you, you will also share abundantly in comfort through him, and thus your soul will come to delight in him and refuse to be comforted by anything else.
St Bernard of Clairvaux, Lenten Sermons on Psalm 90, Preface