Nosotros, Cistercienses de la Estricta Observancia, derivamos nuestra forma de vida del Evangelio de Jesucristo y nuestra espiritualidad de las cinco fuentes siguientes:
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La Regla de San Benito
Nuestra forma de vida está en conformidad substancial con el descrito en la Regla de san Benito. Los monjes y las monjas viven en comunidades estables situadas en apartamiento de la vida social ordinaria. Cada día se celebra en el coro la Liturgia de las Horas completamente, comenzando por el Oficio de Vigilias, horas antes del amanecer. La jornada se distribuye equilibradamente entre trabajo, lectura y estudio; las comunidades se mantienen a sí mismas y se comprometen en ofrecer hospitalidad a quienes acuden en busca de un ambiente espiritual.
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Los Fundadores de Císter
Los Santos Roberto, Alberico y Esteban fundaron el monasterio reformado de Cîteaux en 1098. Su intención fue revitalizar las formas institucionales de vida monástica y acercarlas a una mayor conformidad tanto con la Regla de San Benito como con las aspiraciones de su tiempo. En particular esto conllevaba el énfasis en una pobreza auténtica y simplicidad incluso en la liturgia, el trabajo manual, la ausencia de compromiso en asuntos temporales, y, a nivel de Orden, solicitud común y supervisión entre los diferentes monasterios como medios para mantener el fervor. Los primeros documentos de este periodo son el Exordium Parvum, que describe los orígenes de la reforma, y la Carta de Caridad, que ofrece las bases constitucionales.
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San Bernardo y sus contemporáneos
El carisma cisterciense evolucionó grandemente durante la segunda y tercera generación de cistercienses, particularmente debido a la influencia de San Bernardo de Claraval (+1153). En este periodo hubo particular interés en la calidad interior y experiencial de la vida monástica, y se puso un nuevo énfasis en la importancia tanto de la comunión fraterna como de la contemplación.
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La Reforma del Abad Rancé
En el siglo XVII, cuando varios factores habían provocado la decadencia y la división en la Orden Cisterciense, el Abad de la Trapa. Armand-Jean de Rancé inició un fuerte movimiento reformador, fundamentado en numerosos escritos e inspirado en la antigua tradición monástica. Su principal acento era insistir en la austeridad de la vida Cisterciense y su carácter contemplativo.
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Renovación postconciliar
Durante el periodo de 25 años que siguió al Concilio Vaticano II, la Orden se vio comprometida en la tarea de renovar sus Constituciones de acuerdo con el espíritu del Concilio. Esto trajo como resultado, en primer lugar, un gran aprecio y atención por las riquezas de su patrimonio, espiritualidad y prácticas, y, en segundo lugar, el reconocimiento de la necesidad de un mayor nivel de pluralismo enfocado a facilitar la inculturación y permitir al carisma Cisterciense ser vivido con mayor integridad en las diferentes partes del mundo en que se ha extendido en los tiempos recientes.
La orden es un instituto monástico ordenado íntegramente a la contemplación.
Constitución 2