¿Cuál es la razón de la vida monástica?
¿Cuál es la razón de la vida monástica? ¿Qué es lo que justifica la vida de célibes, escondidos en un monasterio, pasando horas en oración? ¿No le sería de más provecho a la sociedad y de más fidelidad al evangelio de Jesús, si saliéramos fuera sirviendo a los pobres y proclamando la Buena Nueva de la resurrección?
Lo que nos lleva a la vida monástica es, sobre todo, el amor de Cristo. Un monje cristiano es alguien que ha sentido la llamada de Jesús de darse por entero a Él, alguien que desea apasionadamente apartarse de todo lo que no sea centrarse en Cristo, lo que no nos separa de los hermanos y hermanas del mundo; antes, al contrario, orando en unión con Cristo, que intercede por todos, nos unimos a ellos en un nivel más profundo.
El monje cisterciense vive con otros hermanos y hermanas, purificándose y fortaleciéndose por medio de la comunidad en un trabajo de oración de por vida. Todas y cada una de nuestras comunidades tienen sus propias costumbres y horarios diarios, pero les es común a todas ellas madrugar antes del amanecer para empezar el día con la oración litúrgica y volviendo periódicamente a la iglesia a lo largo del día para seguir rezando juntos. En otros momentos, durante el trabajo, procuramos mantener un ambiente de silencio, que nos ayude a crecer en la práctica de la oración continua. Por lo general, nuestros monasterios se construyen en lugares apartados, rodeados de belleza y tranquilidad natural, manteniéndonos en contacto con la tierra de la que Dios nos ha hecho administradores.
Aunque no asumamos ministerios públicos, sabemos por experiencia que nuestra vida comunitaria puede influir profundamente en otras personas. La vida monástica, aunque no engendre nuevas vidas para el futuro de este mundo, es testigo de la fe cristiana del siglo futuro. En los tiempos que vivimos, para muchos el monasterio es un oasis de paz en medio del ruido y del tumulto, un lugar en el que los que lo visitan encuentran esa libertad de distracciones que prepara el corazón para el encuentro con Dios. Para hacer frente a los imperativos de la vida moderna, abrumadora en ocasiones, la gente encuentra inspiración en el equilibrio de trabajo y oración que se da en el horario monástico y en la vida ordenada y de objetivos que conlleva.
Creemos que Dios escucha las oraciones de todos y llevamos en nuestro corazón las esperanzas y las necesidades de todo el mundo, pero, sobre todo, rezamos porque Dios se merece toda nuestra amorosa atención y sentimos las maravillas de su bondad y amor al crearnos y prepararnos para una vida eterna con Él y con cada uno.
Si sólo mirando a esta vida, tenemos la esperanza puesta en Cristo, somos los más miserables de todos los hombres.
1 Cor 15, 19
El monasterio es figura del misterio de la Iglesia. En él nada se antepone a la alabanza de la gloria del Padre; no se ahorra esfuerzo alguno para que la vida comunitaria se acomode a la ley suprema del Evangelio… Con su vida monástica llevada con fidelidad, y por la secreta fecundidad apostólica que les es propia, sirven al pueblo de Dios y a todo el género humano.
Constituciones de la O.C.S.O., Const. 3, 4.